COVID-19: todos detrás de la vacuna. El gran negocio de la biotecnología

Mar 25, 2020.

En la carrera por obtener la vacuna contra el COVID-19 subyace la biotecnología, una industria de alto valor agregado y singulares características. Existen hoy varias firmas en competencia y un mundo en vilo.

Suele decirse que la salud no es una prioridad hasta que nos hallamos verdaderamente enfermos; es entonces cuando se vuelve la preocupación número uno. Así funciona también la salud para los gobiernos y  sociedades: es una cuestión normalmente descontada como objetivo y habitualmente contemplada específicamente en los presupuestos públicos con asignaciones menores que otros servicios que brindan los Estados.

De esta forma pueden verse gruesas partidas presupuestarias dirigidas a servicios de administración gubernamental, económicos y de seguridad y restringidas en salud y educación. Más aún en Estados con sistemas de servicios básicos más reducidos, con menos salud y educación pública, y más participación privada en estos rubros.

Así, tal cual lo reflejan las encuestas a nivel global (como “What worries the World”, de septiembre pasado, realizada por Ipsos), la gente primeramente está preocupada por el trabajo, por la violencia, por la corrupción política, por la pobreza, y recién luego se preocupa por la salud. En situaciones coyunturales como la actual, la salud (infelizmente) gana mucho en valoración.

Considerada como un sector económico, tampoco la salud llama la atención hasta que requerimos de ella, y en ese momento descubrimos todo lo que se mueve detrás de los servicios de salud. En esas bambalinas y estrechamente ligada al campo actual de la medicina aparece la biotecnología, como vehículo de grandes avances en la materia.

La biotecnología moderna irrumpió a principios de los años 50 del siglo pasado con el descubrimiento de la molécula de ADN como material que contiene la información genética para todas las formas de vida. Desde ese momento se tornaron habituales las aplicaciones tecnológicas que manipulan sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados, para la creación o modificación de productos y/o procesos de uso en las ciencias y en la industria.

Los ámbitos donde se encuentra más presente son primeramente los relacionados con la salud humana, a partir de la creación de propuestas médicas y nuevas terapias y diagnósticos fuertemente relacionados con la investigación genética y la industria farmacéutica. Este último sector es el más representativo para la biotecnología, alcanzando también otras áreas como la agricultura, medio ambiente e industria alimentaria.

Las firmas dedicadas a biotecnología requieren mucha inversión en investigación y desarrollo, por lo cual habitualmente en sus inicios son soportadas financieramente por grandes grupos económicos o, directamente, son unidades de negocio de multinacionales. Finalmente en ambos casos esa inversión en I+D se cargará en el precio de los productos cuando estos alcancen las góndolas de la farmacia o droguería, generando muchas veces (sino la mayoría) ciertas querellas con respecto a un alto valor de mercado. Se alimenta así una mirada de censura sobre las biotechs y, a un mismo tiempo, una infravaloración acerca de los altos costos que significa una solución reconocida. Es real que el negocio finalmente resulta muy rentable.

Hoy este sector de alta tecnología, más específicamente el segmento dedicado a la salud humana, está abocado tanto desde el ámbito privado como también desde las fuerzas armadas, a la búsqueda de la vacuna o de algún tratamiento que combata el COVID-19. Trabajando contrarreloj, con la esperanza del mundo en ellas, se encuentran principalmente firmas norteamericanas y chinas, así como también empresas alemanas y japonesas.

Desde Estados Unidos se ha hecho famosa en las últimas horas la firma Gilead Sciences (NASDAQ:GILD). Con sede en Foster City, California (pleno Silicon Valley), ha desarrollado el remdesivir, una droga que actualmente está en fase III (de testeo para su uso en humanos, probando su eficacia y seguridad). El fundador de Gilead, el doctor Michael Riordan, recibió el apoyo de la firma de capital de riesgo Menlo Ventures para poder desarrollarse: unos USD 2 millones. Se trata en este caso del mismo inversor que puso dinero para Uber (NYSE:UBER) o Roku (NASDAQ:ROKU). Hoy la firma vale USD 99 mil millones.

También en fase III se encuentra el ASC-09+ritonavir, una combinación farmacológica llevada adelante por Ascletis Pharma Inc. (1672.HK), compañía  china con sede en Hangzhou, provincia de Zheijang. Esta firma biotecnológica se destaca por sus acuerdos para el desarrollo de productos con la multinacional farmacéutica suiza Roche (SIX:ROG) y con Jannsen Biotech, propiedad de Johnson & Johnson (NYSE:JNJ), entre otros.

La firma japonesa Toyama Chemical, del grupo Fujifilm (TYO:4901) ha desarrollado y lanzado al mercado el Favipiravir, aprobado para influenza y ébola, ahora en pruebas para comprobar su eficacia contra el COVID-19. Es interesante en este caso remarcar como una compañía originalmente dedicada a producir films fotográficos (y muy famosa por ello) se ha metido en el nicho de la biotecnología. Existe asimismo otro producto ya en el mercado y en pruebas para su uso en coronavirus: es el rintatolimod, fabricado por la norteamericana Aim Inmunotech (AMEX:AIM).

En fase II (ensayos clínicos controlados diseñados para demostrar la eficacia y la seguridad relativa) existen en este momento varias firmas avanzando con una solución. Entre ellas se destacan los anticuerpos monoclonales de la Beijing Defengrei Biotechnology Co., subsidiaria de Staidson Biopharmaceutical (300204.SZ), con sede en Beijing, China, y el Brilacidin, producto de Innovation Pharmaceuticals (IPIX), firma norteamericana, con sede en Massachusetts.

También Moderna (NASDAQ:MRNA) desde Massachussets, está detás de la vacuna. Esta compañía en 2013 firmó un acuerdo con la multinacional farmacéutica británico-sueca AztraSeneca (LSE:AZN), por el cual ésta última invirtió USD 140 millones para el desarrollo y comercialización de terapias mRNA, basadas en manipulación genética. Está actualmente trabajando en conjunto con el National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID), y tendrían una solución recién dentro de un año y medio aplicable al COVID-19. Moderna vale hoy USD 9,3 mil millones (market cap).

Regeneron Pharmaceuticals (NASDAQ:REGN), con sede en New York, está avanzando actualmente en las pruebas para atacar al coronavirus con una droga usada para la artritis reumatoidea. Se trata de una empresa nacida a partir del aporte de capital semilla de Merrill Lynch (USD 1 millón) y de la capacidad de Leonard Schleifer y George Yancopoulos (especialmente este último) en el desarrollo de soluciones médicas, particularmente oncológicas. Con importantes lazos colaborativos con Sanofi-Aventis (NASDAQ:SNY), multinacional farmacéutica francesa, la firma tiene actualmente un market cap de USD 53,8 mil millones.

En fase experimental están trabajando también Sorrento Therapeutics (NASDAQ:SRNE), junto con Celularity (no listada) y Novavax (NASDAQ:NVAX), todas ellas norteamericanas. Con sede en China se encuentran Chongqing Zhifei (300122.SZ) y Sichuan Kelun Pharmaceutical (002432.SZ).

Por ultimo vale mencionar a la firma alemana CureVac, con sede en Tübingen, que fuera noticia recientemente por una supuesta propuesta del presidente norteamericano Donald Trump de relocalizarse en Estados Unidos, de forma tal de capitalizar él los avances de la firma en la vacuna contra el COVID-19. En este sentido, CureVac está avanzando en la línea de las vacunas mRNA (o ARN mensajero en su traducción al castellano). Otra alemana, el gigante farmacéutico Pfizer (NYSE:PFE), también anunció un desarrollo en conjunto con BioNTech (NASDAQ:BNTX) en este mismo terreno.

Más allá de cual sea el nombre propio de quien consiga antes una solución para la actual pandemia, más allá de la alta probabilidad que tengan los primeros en llegar de embolsar ingentes sumas de dinero por las patentes, más allá de los retoques que sean necesarios a los presupuestos públicos para preservar la salud de la población mundial, una vez más se podrá comprobar como la tecnología graba con sus grandes logros la historia de la humanidad. Esperemos que en 100 años ese logro sea sólo una efeméride y no un hito trascendental del siglo.

Artículo publicado el 21 de marzo de 2020 en ambito.com

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